En el campo nací una mañana. El trigal
fue canción en mi cuna y espigas doradas
me mecían, ternura de tierra y cristal.
 Despejaba su cielo las dudas soñadas.
Pero el tiempo demuele castillos de cal
y me fui transformando, sutiles mis hadas
largos dedos tocaban la tecla aluvial.
Y mi música fue por negruras atadas.
Mi abolengo reside en la casta bravía
que posee sus ojos por ser la sombría 
invasora. En Alhambra: Fulgores ...Palacios...
No me quito blasones que son mis raíces
aunque sea mortal y al mirarme te hechices.
 Voy al libro, en prólogos breves; prefacios.-
 
Amalia Lateano