omu

helechos de vida

Me eriza la piel el saber,
como es la mano asesina,
como uno puede ser bestia
pudiendo ser golondrina.

 

Arrugado mi corazón al saber,
como la ambición y el poder
son afluentes del río,
despiadados, vacios
de nuestros tiempo,
con nuestra cosecha,
de nuestra vida.
Se me achica
y no palpita otra vez;
(enturbia mis horas)
el egoísmo,
buscando sólo el propio placer
que cierra ventanas
y corre cortinas.

 

Me abruma el a ciencia cierta conocer
la magnitud y los remedios
de tales sufrimientos,
de tales desventuras,
de tales desdichas.

 

Le pido al cielo otra vez
que se acuerde de él,
del que cabalga por la noche,
pudiendo trotar
en los albores claros del día.

 

Recojo en el aire sin hiel,
una bocanada,
una rosa y un clavel
impregnados,
con lavanda y laurel
con una suerte caramelizada
sobre la vainilla.

 

Me decido de nuevo a atender
a la luz de mis verdades,
desatiendo lo compasivo
de mis farsas y mentiras.

 

Confio en la fuerza del querer,
no en la debilidad
dada por rencores y odios
paranoias y celosías.

 

Sentado en el porche
(con mi té),
cuento las estrellas,
mi mente da volteretas.
Me abrigo con el silencio,
(respiro hondo)
sintiéndome pequeño.
Significo la insignificancia
cuando aprende
y busca alguna cosa,
(postrada en la hermosura)
imaginando, que decir.