Ella era la cordura que ilumina,
yo por desgracia la locura irracional.
Ella era la encantadora magia que fascina,
yo la imposición firme de una caricia glacial.
Ella era el calor de un beso en una esquina,
yo el lío infinito entre aventuras sin final.
Ella era los lirios en esa primavera mezquina,
yo la verde espina de una rosa germinal.
Ella era larga insistencia del amor inminente,
yo la estructura de un nuevo beso por crear.
Ella era la felicidad demasiado frecuente,
yo la mayor de las indecisiones por tomar.
Ella era fantasía tan poco prudente,
yo realidad que no merece la pena recordar.
Ella era arraigos de pasión insurgente,
yo un autómata en el tiempo para no variar.
Ella era la ventana por donde escapar del gris pasado,
yo el gesto vacío que ensombrecía por momentos su futuro.
Ella fue el río lleno de felicidad de sábado en sábado,
yo un poeta frustrado, la palabrería tras un presente oscuro.
Ella fue la aguja que hilaba sonrisas, reír nunca era forzado,
yo creaba lágrimas, arrepentido, a cuestas llevo lo de ser un inmaduro.
Ella fue el regalo que no esperabas, el sueño cumplido e inesperado,
yo empeñado en ver como cada sentimiento fracturó.