Alberto Escobar

No tengo nada...

 

Sobre el preciso instante
en que el hombre de negocios
calló ante el principito. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Yo también tuve que callar,
yo también, hombre de negocios
que quiero poseer y no poseo,
que digo que poseo sin poseer,
que me apropio de aquello
que no tiene dueño y me pregunto:
¿Por qué todo lo que no tiene dueño
tiene que tenerlo?
Las estrellas no tienen dueño
pero cualquiera que las contemple
puede arrogarse esa propiedad
porque la luz que llega a sus pupilas
tras eones de historia un milagro
produce: la visión de este mundo,
de una Naturaleza madre y señora. 
Yo, como el hombre de negocios,
me dedico a contar estrellas,
las asiento en una contabilidad imposible,
les pongo el sello oficial ante registradores
y leyes, y las envisto con el yugo constante
de una pertenencia que no pertenece a nadie. 
No es digno de poseerse aquello que no se cuida,
aquello que no recibe el calor de un tacto,
de una caricia cercana y hogareña, de una sonrisa
a tiempo y de un no pasa nada, todo es para bien...
No puedo poseer nada que solo sea fruto
de una sentencia, del brillo engañoso de un papel
que timbrado recibe la sanción oficial y relumbrante
de una ley, de un Estado que detrás respalda,
de un certificado que solo certifica la ausencia. 
No, no poseo nada, solo aquello que circula
dentro de mis fronteras y no es tentado al escape.
Todo lo demás es materia del Universo, no es mío,
todo es polvo de estrellas, mas polvo enamorado...