Ma. Gloria Carreón Zapata.

LA CAMISA AZUL

 

 

En Homenaje al Escritor Edgar Allan Poe

 

Aurelia, hija de familia humilde se había casado hacía ya seis años con Jeicob, quien era ciudadano americano. Le hacía ilusión que le arreglara la residencia para ir a vivir a Texas, anhelaba el gran sueño americano. El hombre perezoso y dominante en grado violento se la vivía empeñando lo poco que tenía. A pesar de que era estadounidense y tenía grandes oportunidades de trabajo allá, no le gustaba trabajar.

Esa tarde Aurelia mecía a su hija María de cinco años en el vagoroso columpio que colgaba del vetusto árbol del patio de la casa. Estaban felices, prontamente las visitaría la cigüeña, y María tendría un compañerito con quien jugar. Un molesto grito interrumpió ese momento de felicidad.

 

---¡Deja de holgazanear! --

 --¿Ya me tienes lista mi camisa azul? --

 Gritó el marido desaforado.

Nerviosa y temerosa bajó a la niña y tímidamente le respondió.

--Tienes otras camisas colgadas --

El hombre furioso se abalanzó sobre ella como animal rabioso para asestarle una bofetada en el rostro a la vez que seguía gritando.

--¡Obedece! --

 Dando un fuerte portazo se alejó.

El rostro de Aurelia reflejaba el pánico que le tenía a su marido, se dirigió al patio para lavar la camisa. Tomó una tina y el tallador, cuando buscó el jabón se dio cuenta que se le había terminado.

 Momentos después regresó el energúmeno vociferando palabras hirientes con los ojos enrojecidos inyectados en sangre.

--¡Eres una inútil, basura! --

 Ella sentía pesadumbre por el trato del hombre que amaba, a duras penas podía moverse de un lado para otro debido a su estado, nerviosa y con miedo seguía buscando por ahí algo de jabón.

---¡Pero ahora sabrás de lo que soy capaz!, -- refutó.

Ella lo vio dirigirse al cuarto de herramientas y conociendo como era de arrebatado, le temía. Tomó a la niña del brazo y salió corriendo nuevamente al patio para esconderse detrás del tronco del grueso árbol.

---¡Corre hija, corre, no te sueltes!, esta vez no sé de qué será capaz tu padre, cree que con lo poco que me da completo todo lo que necesitamos—

Al ver a Jeicob dirigirse hacia ellas con machete en mano, abrazó a la niña cubriéndole los ojos, y sin dejar de gritar y de llorar le suplicó al hombre que reflexionara.

---¡Detente, ten piedad de la niña! --

El perturbado ser se abalanzó sobre ella y de un jalón la separó de María, quien temerosa no dejaba de llorar, para luego lanzarle un machetazo en la cabeza sin compasión a Aurelia causándole la muerte de inmediato. El demoniaco sujeto comenzó a cortar el cuerpo de la pobre mujer en pedazos sin dejar de reír a carcajadas como un demente. De pronto, algo lo detuvo al darse cuenta que no era un bebé solamente el que estaba por nacer, eran dos. Lanzó lejos el machete y comenzó a comerse los fetos y las vísceras de sus inocentes víctimas perdido en su oscuridad mental, después como un cobarde salió huyendo.

Más tarde las autoridades fueron informadas del brutal asesinato por un vendedor ambulante que pasaba por el lugar.  Al acudir encontraron lo que quedaba del cuerpo de Aurelia, y a la niña escondida en una caja, llorando aterrorizada después de contemplar el salvaje crimen.

Luego fue entregada a sus abuelos maternos.  De la bestia no encontraron ni sus huellas por más que lo buscaron nunca apareció. Se dice que huyó a su País donde las autoridades norteamericanas le brindaron protección.

 

 

 

Autora: Ma Gloria Carreón Zapata.

Imagen tomada de Google.