Anton C. Faya

EXTRAÑÁNDOTE

 

 

EXTRAÑÁNDOTE

 

—¡Despierta, despierta! —Le decían.
Mientras el  soñaba con un antílope dorado
que volaba  prados amarillos de tan yermos
y los regaba de estrellas 
para que luego amanecieran jardines imposibles.

 

No tardó en amar al antílope dorado,
visitar los  jardines sembrados en los prados.
En sus sueños, comenzó a volar,
soñaba, no paraba de soñar.
—¡Despierta, despierta! —Le decían.

 

Pero  seguía volando,
alquilaba nubes para poder tomar una siesta,
guardaba viento brisa en sus bolsillos
y conversaba con siete pájaros errantes
que lo animaron  a seguir sus aventuras.

—¡Despierta, despierta! —Le decían.

 

Pudieron  al fin despertarlo… 
Al verse de nuevo tan él, de tristeza murió.
Cuentan  que donde está su  tumba 
moran  pájaros en los atardeceres
y se respira un brisa con aliento floral por la mañana.

 

¿Y el antílope dorado?
Lo extraña,  ya ni riega más prados con estrellas…


Anton C. Faya