omu

ser, sentir y comprender

Siento...
a la lluvia
(yo, como tierra)
siento los chasquidos
de la bruma del verano
dentro del sol distanciado
de las nieves y las nubes
del otoño y del invierno.


Soy y siento...
al viento,
siendo mástil y vela;
y a la vela intermitente
dando lumbre,
como ocaso de la acción,
en el reposo de lo eterno.


Soy, siento y comprendo...
a la alegría escondida,
timida pero desprendida,
latente incluso,
en los tiempos cuajados
por lágrimas y lamentos.


Desenvuelvo interrogantes
(son frágiles, dociles,
son de alambre)
los repaso y estiro,
anulo sus formas;
y al fin entiendo.
Entiendo:
cuando no me pregunto,
cuando no cuestiono y creo...
en cada elemento,
en la perpetuidad de lo vivo,
en lo factible, y posible
de todo lo que hay.


Entiendo cuando acojo sin juzgar,
cuando pierdo las ganas
de quererme perder y alejar.
Entonces....
se desvanece la teoría,
se esfuman las hipótesis
referentes a la vejez,
vejez construida de lastres
y con arrugas.
Entonces me achico de lo pequeño que soy,
rejuvenezco y entiendo.


Defiendo...
al puñal alejado del matar,
a ese escudo indefenso
que no dejan de maltratar;
y a ese niño inocente
al cual no se le oye queja alguna
y no cejan de atropellar.


Me dejo llevar...
por la aurora de cualquier mar.
Como (por si mismo)

el estático guijarro
desaciéndose en su viajar
en el poder líquido,

esmeralda y translucido
del río con su corriente
(soy pececillo).
Me dejo llevar
como gaviota,
como arbusto,
imantado por la energía impregnante
del pasear de astros y cometas.


Siento...
y al permitirme vadear obstaculos,
menguar el peso de cada uno de los saltos...
entiendo.
Entiendo...
que la verdad en algo
es igual a la mentira:
es imposible de medirse o sopesar.
Que hay causas importantes
merecedoras de entregarse
y con una sonrisa en los labios
permitirnos de buen grado.....
hasta desatarnos los zapatos,

morir y proseguir el remar.