A UNA MADRE
Una madre es aquel buen Dios que a la tierra se ha trasladado,
la vida pone a disposición de sus hijos, no espera recompensa,
su energía derrocha sin límite, toda su vitalidad la ha brindado
ellos son su delirio, su proyecto, su alegría, su felicidad intensa.
Pocas veces los hijos valoramos toda esa sin igual dedicación,
creemos que es su deber, el esfuerzo realizado poco importa,
preferimos los placeres, los amigos y en ocasiones la educación,
olvidamos expresar cariño, aquello material al cielo nos transporta.
Poco percibimos el mundo exterior, entramos en la interior caverna,
el arraigado egoísmo nos captura, somos inmunes a otras emociones,
únicamente pensamos en esa preciosa y ambicionada juventud eterna,
ignoramos los dolores de esa pobre madre y sus inmensas bendiciones.
Cuando aquella madre parte a la eternidad apreciamos su valor infinito,
lamentamos ese intenso vacío que su inaceptable ausencia ha dejado,
añoramos su bella ternura, recordamos sus consejos con diferente tonito,
las fuerzas nos abandonan, todo ese fortalecido espíritu está desmadejado.
Jaime Muñoz, marzo 19 de 2020