Walter Brunini

Jueces

Hay personas ocupadas en hacerte sentir mal;
hurgan en la fibra para someterte en la culpa,
te cargan de sus ocupaciones, dolencias, pesares;
te juzgan a través de sus nubosos cristales,
desde el pedestal en que creen estar;
vociferan estrategias para tu vida,
critican, exigen, hieren y se esfuman;
ni siquiera se preocupan en darte una mano,
tan solo te envuelven en su excremento verbal,
te dan dos palmadas flacas y se van,
dejándote el vacío, la duda y el ocaso;
si te encuentran falto de fuerzas,
te sumergen en el fracaso y te dejan ahogar;
porque no tienen, siquiera, la valentía de calzar
por un rato tus zapatos, pisar tu barro diario;
oler los perfumes de tu barrio, la humedad del cuarto,
ni mascar tu comida, beber tu agua,
probarse tu ropa liviana de invierno,
exponerse al vaho de la chapa en verano,
ni al cartón que separa la intemperie de tu cama.

Motivados por sus aspiraciones a seres destacados,
emiten, continuamente, juicios sobre los demás;
quizás buscan amainar sus tormentos, ¿quién sabe?
Lo cierto es que se presentan con supuesta superioridad,
aires amistosos, palabras elocuentes, supuesta preocupación;
a todo lo que te rodea, le ofrecen solución;
-Que tienes que hacer esto. – ¿Por qué no haces aquello?
Un listado de sugerencias que nadie les pidió;
disfrazan de consejo su intención de machacar.
¡Profetas falsos! ¡Embusteros! ¡Entrometidos!
Muestran el hilo descocido, en la segunda oración.

Pero son estos “jueces” de vocación,
incapaces de soportar un cuestionamiento,
pues les carcome por dentro, el miedo al qué dirán;
formados en el resentimiento y el pavor por verse mal,
ante los ojos, de otros “jueces” de calaña por igual;
de esos que descuidan sus cuestiones,
por estar pendientes de las de los demás.

Deshazte de ellos; no te son necesarios;
¿Qué más pueden hacer que juzgar?
De todos modos ¿quiénes son para sentenciar?
¿Con que autoridad moral? ¿Con cuántos caminos recorridos?
¿Dónde están sus laureles? ¿Quiénes son en su intimidad?
¿Qué pueden ofrecer además de sus miserias?
Que sigan su camino; por ellos, no te detengas.
No valen un poco de tu tiempo.
Ni valen una moneda.