Zoraya M. Rodríguez

**~Novela Corta - La Cara en el Espejo - Parte I~**

Hor un egipcio europeo donde guarda en un atrio unas cuantas cosas de valor, pues, en su vida debió de poseer lo más pernicioso de aquel atrio. Y aquel atrio devastado por la soledad y por la libertad de creer en la mala suerte de caer en él, por encomiendas de la vida y por la seriedad de creer en la sola soledad de ver sus cosas llenas de polvo, telarañas viejas y sin saber que en el atrio se halla lo que más quería y ama, a aquella rosa en que guarda lo que más ama. Cuando Hor debió de dar más en el amor que en el odio mismo, una cara en el espejo. Y entre aquel atrio se halla y se encuentra lo que más ama Hor un espejo, en el cual, amó para toda su vida, Pues, en el camino angosto y pedregoso de la vida se llenó de iras insolventes y de odios cuando en el camino frío y devastado de álgidos inviernos, se enfrió el deseo y más que eso se enfrió el calor dentro de ese atrio en que Hor iba y venía en soledad, marcando una silueta en el espejo un camino o una cara, en el cual, se debe a que en el atrio marca una trascendencia si se llenó de esencias y de una presencia automatizando la espera y tan inesperada de creer que la cara en el espejo, en que él se vé, si en el ocaso frío llegó como saber que el invierno se sentía como el mismo desafío entre lo que más guarda en el temor y más en el dolor de haber sido amado entre lo que más amó Hor, a aquella rosa en el mismo espejo en que se vé Hor. Cuando calló sí, si se vió como un todo hombre egipcio, en el cual, se amarró al espejo aquel, cuando se vé reflejada su cara en el espejo, por amar a la rosa, sí a Rosa. 

Y Hor, se vé reflejado en aquel espejo del atrio oscuro y en plena soledad. Cuando le dolió amar a mala consecuencia y a mala suerte a aquella rosa en el espejo. Y su vida quedó por siempre con un mal hechizo de la mala pasada del atrio y más de aquel espejo casi roto, donde Hor vé a su cara reflejada en ese espejo roto y en vez de ver su cara vé a una rosa, la rosa que él amó tanto y con su corazón en rizas y en pedazos. Se fue de allí, del aquel atrio oscuro y mal consecuente cuando por la vez más reciente se vé en el espejo. Y cuando se vé en el espejo vé todo aquello que por primera vez amó como nunca antes y era la rosa, la Rosa que un día le entregó amor y fue muy correspondido, pero, por encomiendas del amor y de la vida se tuvo que marchar lejos, lejos y muy lejos de ese lugar predestinado para amarse más. Cuando en el ocaso se vió aterrado y vilmente entre razones perdidas y entre ocasos fríos y de un otoño que pronto llegaría para dar rienda suelta y comenzar el invierno. Cuando entre aquella estación del equinoccio del invierno se tornó más frío que de la misma costumbre. Porque cuando se vió atormentado por el álgido viento al ser arrebatado por el mismo aire que soplaba en dirección por poco se lo lleva como alud de viento o avalancha de viento cuando subía por la perpendicular por el umbral hacia su destino y su camino más frío que de la costumbre. Si Hor un egipcio que vive entre pirámides, momias, y ataúdes, y sarcófagos de más de mil años muertos. Subía por la perpendicular sí, cuando de pronto Hor siente que el espejo lo atormenta y lo sigue, pues, era su costumbre de alguien ver por el espejo y casi roto. Cuando, de pronto, se vió atormentado y no muy diestro es eso del espejo que lo persigue, pues, en el mismo atrio estaba y se halla la misma conmiseración innata de perseguir un rumbo y una sola dirección. Cuando en el atrio se vió feo, lleno de polvos, telarañas frías y por un escombro alborotado y muy desastroso se encuentra ese atrio. Si, de repente, se vió Hor como un superhéroe salvando la vida de todos por  ese frío invernal que pasaba en el pueblo egipcio y el levante se torna más exasperante y más desesperado se halla Hor en querer salvar la vida a todo comerciante que se encuentra en esa perpendicular y sí que lo querían mucho, pues, su forma de entregar la vida hacia sus semejantes era casi tan inocua y sin poder recibir remuneración alguna. Cuando su vida era así, como de película sacada bajo de la manga de un mago. Si su vida quedó por siempre en las manos del terror y en las manos del ocaso frío, cuando su destino quedó por siempre entre aquel invierno y tan frío, como lo fue pasar ese equinoccio tan frío y tan desastroso como para poder comprender que su naturaleza era tan fuerte como el mismo frío que presenta esa tormenta invernal en el pueblito egipcio. Cuando en el ocaso, se vió atormentado y tan frío como poder perder el delirio y el desafío de ese frío en calor. Cuando en el momento del ocaso frío se sintió como hoja al viento que lo lleva por el sendero majestuoso de la vida misma y por la calle misma del aquel ocaso frío. Si interrumpe como el mismo sinónimo de dar en la vida un deseo inocuo, pero, tan salvaje como ese aire, en la cual, se petrifica en la manera de creer en ese aire frío. Y que atormenta la vida misma y más el alma en el mismo cuerpo. Y se debió de abrir el deseo fuertemente de querer salvar a sus compatriotas del viejo pueblo egipcio. Cuando Hor logró derribar ese viento y llegó a la perpendicular después del umbral que logró esquivar en contra de ese viento en una sola dirección.  

Cuando, de repente, se vió atormentado y tan frío como el mismo socavando del invierno y tan frío como el mismo equinoccio en que transcurre todo lo demás. Un día se enamoró de Rosa, una mujer de mediana estatura, sus cabellos rubios como el mismo sol, y con sus ojazos azules como dos estrellas del mar abierto en que se vé a través de sus ojazos azules. Rosa, se vé atormentada también por un hechizo, en el cual, se vió fraguando una sola verdad, cuando quedó adherida a ese espejo como un mal que le aqueja desde que quedó adherida a ese espejo por un brebaje que tomó ella, cuando en el trance de la verdad se vió hechizada por una pócima en que quedó por siempre mirándose siempre a través de quien se mire reflejada su cara en aquel espejo roto, pero, tan mágico como la misma pócima que tomó para aliviar aquel dolor que le dió de tal manera y fue y visitó Rosa al “Mister Leaf”, que se refería a una hoja de hierbas y de satírica brujería. Cuando Rosa se mira en el espejo, y vé la cara de Hor, es un hechizo en sentido adverso, cuando Rosa se mira en el espejo vé a Hor y Hor cuando se mira en el espejo vé a Rosa. Cuando en una tarde de verano, se reencuentran y se aman desesperadamente e inocuamente, cuando en el trance de la verdad se vió aterrada y con ese dolor en el alma que no se borra ni se quita en el alma devastada y tan destruida como el mismo imperio dentro del aquel ocaso frío de verano. Cuando en el trance de la verdad se vió Hor enamorado de Rosa, de aquella rosa prendida y tan reluciente como toda flor entre ese verano, en el cual, conoce a Rosa, y por hallar el amor verdadero, se vió aterrado Hor en la manera de saber que el delirio se enfrió en el alma, cuando en la llegada de ese amor, se vió frío y atormentado por tanto frío y tanto desnudo el tiempo, en el cual, se aferró el frío de ese triste verano cuando hacen viceversa de rostros cuando se miran a los ojos. Creyendo en su único amor, como lo fue sentir un sólo coraje entre su corazón y su mundo. E intercambian rostros con esa pócima, en la cual, le calmó el dolor a Rosa, pero, no le dió tranquilidad, sino un devastado rumbo y sin una única dirección. Y ese espejo quedó por siempre grabadas las caras de cada uno, cuando en el instinto quedó tan reflejado como el mismo tiempo o como el mismo rumbo. Si en la falla de aquel instante en que la cara en el espejo se vió reflejada, también se vió reflejada la manera de actuar de cada uno, tanto de Rosa como Hor. Por eso cada vez que se mira y se observa en ese espejo de aquel atrio mira la cara de Rosa. Rosa una mujer con clase, elegancia, y gran porte, y con una sabiduría autónoma, se dió lo más petrificado de un todo, cuando vió el rostro de Hor, en la clandestinidad en el espejo de su hogar en vez de Hor en el espejo en aquel atrio. Y Hor con ese dolor en el alma, se vió aterrado y formando la manera vil de una sola desesperación, y de una sola exasperación inconclusa de automatizar la espera en poder creer en el amor a toda costa. Y Rosa viendo la cara del aquel hombre que conoció en una tarde de verano cuando el amor reinó a toda flor de piel. Pero, su manera de extrañar se vió en la manera de dar dolor en el alma cada vez que se mira en el espejo se miran viceversamente en el espejo como queriendo decir que cada uno no es cada quién. 

Hor halla ese espejo en el atrio de su hogar, un atrio viejo y devastado por el sol, el sereno, y la lluvia, filtrando agua desde el techo. El atrio olía a humedad, a telarañas viejas, y a polvo sucio. Cuando ocurre el mayor desenlace de creer en el amor a toda costa, cuando en el trance de Hor halla a ese espejo y mira la cara en el espejo de Rosa, y con una rosa en el cabello, pero, ¿qué significa ésto?, se preguntó Hor. Cuando en el interior de lo nefasto se vió aferrado y atormentado como el mismo frío, y como dentro del aquel espejo en que se mira Hor y vé la cara de Rosa. Sí, halló ese espejo en el atrio una mañana en que debía de recorrer el atrio al buscar un artefacto de crear vasijas egipcias de la calle en perpendicular que él recorre para llegar al comercio ayudando a todo aquel que se veía atraído por el mismo aire frío del aquel invierno en la estación del aquel equinoccio. Cuando en el instinto se vió marcado el reflejo de cada quién en el espejo con la cara de cada quién. Y les gusta a los dos ver la cara de su amor en cada espejo viceversamente y saber que el tiempo pasaba como hoja al viento volando lejos de su cuna. Cuando en el trance de la verdad, y de lo más imperfecto de la verdad, se aferró al mayor desenlace de creer en la manera de dar con la esperanza de mirarse en el espejo cuando en el suburbio de un todo se hirió a toda costa en el espejo en aquel atrio desnudando la verdad de que sí estaba tan enamorado de Rosa y Rosa de Hor. Cuando encontró el espejo en aquel atrio lo toma entre sus manos, y sabe una cosa de que el espejo era tan mágico como poder saber que en su corazón existe magia y era el amor hacia Rosa. Cuando la egipcia Rosa con nombre latino por trascendencia latina de sus padres, se mira en el espejo de su hogar y mira la cara de Hor, y supo una cosa de que el amor había llegado a su corazón. Aquella tarde de verano se vió aterrado, frío e inalterado, por una forma vil y tan transcendental como aquella rosa en que Rosa lleva entre sus cabellos rizos y tan rubios o como del mismo sol. 

Y Hor en paz y con una serena tranquilidad al ver la cara de Rosa en el espejo donde Hor se mira. Y es ese el espejo que el encanta, pues, en su alma y más en el trance de la verdad se entregó el combate de dar una realidad y tan perenne de creer en el alma, como una sola realidad en la calma destrozando el desafío y por tanto frío en el alma, pero, esa Rosa la rosa que Hor vé en el espejo le da calor extremo. Cuando en la verdad de creer en su manera de ver su cara en el espejo mira a su amor, a su verdadero y único amor. Que dentro de un silbido se siente como un trance verdadero cuando se siente como el desastre de creer en el alma soplando la ira del amor. Si cuando en el frío invernal que logra pasar por el pueblito egipcio de donde es procedente Hor, el equinoccio pasa como de costumbre todos los inviernos, destrozando todo a su vera y en su cruel camino llevando consigo el frío y más al pobre comerciante de tiendas en la perpendicular. Si cuando en la forma de atraer en el infierno creyó en el alma fría destrozando la forma de amar y de mirar su cara en el espejo a cuestas de la verdad y de la creencia en la forma de amar entre Rosa y Hor. Y en ese espejo ahí por donde se pasa el dolor del alma de Rosa, cuando en la pócima en que tomó Rosa, se vió aferrada a atraer el delirio y el desafío entre los fríos inertes de ese invierno en que pasa por el pueblo egipcio. Cuando Hor era y es el hombre que da como tormento de creer en su heroísmo como un super poder de dar con el frío hacia el pobre comerciante. Cuando en el trance de la magia de ese espejo cuando mira la cara de Rosa, Hor vé la nueva buena, de creer en el desierto como algo natural y en pernoctar. Cuando en el aire se dió la forma del frío más inconsecuente y malherido, de creer en el alma como una sola razón de dar con la fe y con la manera de creer de que había perdido su cara en ese espejo mágico. Cuando en el alma de Hor, creó en el dolor del alma de Rosa, cuando en el alma se da como inicialmente se entristeció como la forma más real de ver en la verdad a un verdadero amor y tan vehemente y pasional, como Hor y Rosa, la latina de sangre ardiente. Si en la cara en el espejo se vé Hor y Rosa, viceversamente. Cuando en el trance de la perfección de un todo, se vió aterrado como el mismo frío en que se siente en el alma, en el alma de Rosa. Y sí, ese dolor se fue como la llama ardiente de ese amor en una terrible hoguera. Si cuando en el alma se vió como el imperio desolado y tristemente como el mismo desenlace en que se llenó de magias trascendentales, como lo fue aferrarse a la osadía de creer en el alma como una vez en el delirio de creer en el alma como una vez en el ver en el espejo a una cara y que no era la suya. Cuando en el alma de Rosa, se vió aterrada, adolorida, y tan herida como el saber que en el trance de la certeza se vió y tan enamorada. Si en el atrio aquel donde Hor tiene el espejo en donde la cara en el espejo, se mira viceversamente entre Rosa Y Hor, le llena de bondades nuevas y de creer en el perfecto amor entre ambos. Cuando Hor halla ese espejo en el mismo atrio donde por primera vez se mira y vé a aquel rostro de niña a mujer sintiendo entre sus cabellos el olor a rosas clandestinas de una sola selva y era el jardín de su propio corazón. Cuando el alma se entregó en cuerpo y alma, y en luz y en decadencia se dió una sola verdad. Cuando en el alma se entregó como la misma fuerza natural de creer en el alma una osadía como la osada razón de creer en el amor a toda costa. Cuando en el alma y en la luz se dió lo más bello y lo más hermoso de un todo y fue haber amado sin virtud y sin más que la mala consecuencia de un amor verdadero. Cuando en el alma se vió como automatizando la gran espera y tan inesperada en poder creer en el desierto mágico en poder creer en el mal inconsecuente de la verdad efímera. Cuando en el alma creyó en ser como todo ser en una sola esencia y en una sola presencia sin una ausencia. Y Hor y Rosa, sí era ella la del espejo roto, y en contra del dolor de una mentira que sabe la verdad cuando se siente como el mismo mal sin ser un sentido adverso sino que Hor era su amor y Rosa el amor de Hor. Cuando en el mayor trance de la verdad se vió aterrado y más que eso se vió aferrado a su verdadero amor al de Rosa. 

Hor decide hacer algo con el espejo y es que Hor decide entregar el espejo a Rosa y todo porque él vé a Rosa en el espejo como su rostro y su cara en el espejo. Cuando en el trance de la verdad se vió Rosa como Hor en el mismo espejo que Hor se lo entrega a Rosa. Cuando en el delirio desafiante de una sola mentira cuando a la verdad se fue de rumbo y sin dirección cuando se vió aterrada a la frialdad de dar por el mero hecho de saber que su rostro lo tiene Hor y que ella Rosa posee la cara en el espejo de Hor, el egipcio del heroísmo en la perpendicular. Cuando en el trance de la verdad y de la seriedad más fría de la temporada, del tiempo y del equinoccio más frío, cuando se da lo que más se siente en el alma llevando una mala situación en saber que su destino es saber que el coraje se siente como el mal instante en que se siente como el ocaso frío. Y ese invierno frío se siente como se da como el pasaje de ida y sin vuelta o sin regreso automatizando el gran regalo de Hor hacia la nueva aventura de dar y de regalar el espejo mágico. Y de entregar el regalo más costoso, en cuanto, a la regla general de obsequiar lo que el mundo y la suerte y la vida, el amor y el corazón le había regalado a Hor, la cara en el espejo de su amada. Cuando en el imperfecto instante en que nace el delirio frío de ese equinoccio se debe a que el deseo y al desafío de entregar el espejo a Rosa, se fraguó de la vil manera en que Hor quiso entregar su propio rostro. Cuando en el empeño de dar a Rosa el espejo debió de saber que su esencia en ese espejo, era el de dar por el mero hecho de que su vida era ella la del espejo. Cuando en el trance da la verdad, se identificó más o menos en lo imperfecto de un todo. Cuando en el alma se enfrió en demasiado irreal cuando en el alma se llenó de esa luz del cielo mismo cuando Rosa se miró en el espejo, pues, mira a Hor en vez de su cara en el espejo. Cuando en el trance de la verdad, se identificó la más esencia y la más presencia de ver su cara en el espejo, por donde se pasea el amor verdadero, ardiente y puro, e inocuo. Cuando a la verdad, se entristece en verdad como una cruel mentira en que el tiempo, soslayó en el alma una lágrima en que el aire o el viento le roza en la cara en el espejo, cuando su forma de amar era hacia Hor. Y Rosa lo sabe y recibe el regalo del espejo como uno potencialmente hermoso y muy electrizante en poder alguno. Cuando el regalo viene del amor y más que eso del amor a consecuencia de la verdad inocua, y de la trascendencia como saber que la verdad es real como la verdad trascendental. Cuando en el aire se cosechó una idea fantasiosa y sin fraguar a la verdad de que el tiempo y la verdad estaban de la mano del espejo mágico al ver el rostro de Hor. Y sin Hor yá tener ni poseer el espejo, yá la magia quedó en el rostro de Rosa. 




Continuará…………………………………………………………………………………...