Dame de la poesía dura,
de esa que no se quema en la primera helada,
que no se cae tras el golpe inicial,
que se aviva cuando prueba la sangre.
Dame de esos versos de acero
hambrientos de óxido
que a veces te atraviesan la lengua.
Conozco tan bien el camino a tus mentiras
que
cuando dijiste la verdad
no llegué a casa.
Si te creyera,
¿te desconocería?
Di cada paso con los ojos bien cerrados
para verte mejor.
¿Cuántos suspiros te cuesta amarme?