Elizabeth Maldonado Manzanero

Terremoto

Mareada, con la vista puesta en una piñata que revolotea en el aire y aguarda…

Apagando el sueño, a punto de descansar el sentimiento

y esta sensación meciéndome.

 Y temo, temo la muerte y la destrucción de mi país,

de mis seres queridos que están lejos de mi, de los animales callejeros,

de los niños que pueden quedar más huerfanos...

Después  de todo se me esta haciendo comun, despues que un septiembre

por todas partes se oliera a miedo,  tolvanera a demolición y pudiese

hasta respirarse el silencio para pescar los más débiles gemidos del auxilio

y la tierra fundida en su interior virtiendo agonía se reacomodara,

mientras en la desesperación resplandeciera un gramo de esperanza

en todos los rostros que buscaban insignes palideces, pero aliento vital

en los rostros de los hallados.

Hay que arriesgar la piel si se desea conseguir algo,

ya la tierra ha quedado rasguñada, pues en ellas y en las columnas de los edificios

demolidos se encajan las garras de humanos águilas que aguzan la mirada,

de aves fénix que se renuevan en las fuerzas de la búsqueda debatiendose

entre la tristeza, soledad y angustia, seguido de las muestras de generosidad

que a todos nos han cicatrizado de una u otra forma el alma y después,

despues se repite el ciclo… la indiferencia y los sismos que vuelven

una y otra vez a separarnos y a unirnos…