Ma. Gloria Carreón Zapata.

DERECHOS DEL CONSUMIDOR.

 

 

Estaba en Word escribiendo, aunque de pronto abro Facebook para leer las obras de mis compañeras y así despejarme un poco, me asomo de vez en cuando.

De pronto salta el chat de un desconocido.

Aunque no acostumbro responder mensajes, más bien no lo hago por falta de tiempo, al menos que sean compañeras de letras, sé que es algo urgente y me envían algún evento por ahí o un enlace para la lectura.

Esta vez me llamó la atención la portada de un libro.

--Hola, deseo saber si puede adquirir mi libro, soy poeta, me llamo Andreino Poeta Urbano— Escribió el susodicho.

Nunca lo había visto, ya que conozco a casi más de la mitad de contactos, debido a que desde el 2010 somos compañeros de los Portales Literarios, y los leo actualmente, por cierto, muy buenos autores.

Le respondo al desconocido.

 --Verá usted, vivo en el campo fuera de la ciudad y no voy tan seguido al centro de la población, menos ahora por las lluvias, además del covid, pero en cuanto se pueda salir, le envío mensaje.

Es bueno colaborar con los autores, me dije.

---¿Qué precio tiene el libro?, digo, pregunto por si puedo comprarlo-- le escribí.

Rápido respondió.

Treinta y seis dólares, y aquí le envío mi dirección.

¿Treinta y seis dólares?, me interrogué a mí misma, y me puse a echar cuentas, 36 dólares para mí vienen siendo 717 pesos 53 centavos.

-- ¿Bueno éste me vio la cara de millonaria o me estará ofreciendo un best-seller, o un libro del maestro Gabriel García Márquez?--- Me cuestioné.

Otro día prendí mi celular y lo primero que vi fue su mensaje.

--¿Escritora, ya me envío mi dinero? —

 Preguntó. No respondí porque esos días no tenía planes de salir por la lluvia. Total, para no hacer el cuento más largo, sus mensajes no dejaban de llegar, tres a diario por lo menos, hasta que llegó a tal punto de poner mensaje en los comentarios de mis escritos.

O sea que se había vuelto una obligación adquirir su libro a alto precio, un acosador insolente.

Hasta que le envíe un mensaje reprochándole su mal proceder, yo no tenía obligación con él, ni siquiera lo había leído nunca, yo adquiriría su libro cuando me fuera posible salir, le dije.

Él por su parte respondió, --es que me lo tiene que comprar porque ya se lo autografié—

¿Error de él, como autografiaré un libro si no me han enviado la nota de pago?

--En eso no quedamos le respondí—

Usted debió de haber esperado a que yo hiciera el depósito, y ahora por autografiarlo sin mi consentimiento, no le compro el libro. Ya muy molesta se me hizo fácil bloquearlo, no sin antes visitar su perfil, vi que tenía a una compañera de contacto y sus poemas no tenían tan siquiera un clik de me gusta, también me di cuenta de que era un pésimo poeta.

Fue un error haberlo bloqueado, lo reconozco.

De pronto hace días me apareció en notificaciones que me han enviado un mensaje en mi otro perfil, donde promocioné el libro de “Cien Lágrimas de Amor”. Abro mensaje y lo primero que leo es..

--“Es usted una irresponsable que no se hace responsable de sus compromisos, escritora vende humos”—

 Cuando le iba a responder me di cuenta que me había bloqueado de ese perfil.

Yo solamente ejercí mis derechos de consumidor, ¡tengo derecho a elegir lo que compro y a quién le compro! Yo  no me molesté con mis contactos cuando puse en venta mi libro y mucho menos los obligué a comprar, pero si me siento con la obligación de adquirir los libros de quien se solidarizó conmigo cuando me tocó promocionar el mío, que por cierto ya pronto promocionaremos el nuevo libro… Dos Poetas Escriben al Amor.

Ahora pienso que era tanta la necesidad de querer vender un libro que, por pretender solidarizarme con él, sin nunca haberlo leído ni tan siquiera conocerlo, salí ofendida.

 

Ma Gloria Carreón Zapata.

Imagen tomada de Google