Ana Maria Delgado

CODICIA

Emerge hambrienta la codicia,

codicia de volver a amalgamar recuerdos,

para alimentar su humanidad abrumada e insaciable.

 

Cada vez que aflora el sin sentido de su vida,

aflora la esencia confusa, ambigua,

de un ser irrealizado.

 

Entonces, pretende,

con desbordada codicia,

rumiar desesperadamente en sus recuerdos,

buscar con ahínco huellas, vestigios

de lo que hizo, de lo que fue, de lo que forjaba.

 

No encuentra nada,

no fluye ni rápida ni lentamente nada,

aunque el hambre de reminiscencias

le obliga a buscar frenéticamente,

en los resquicios más pequeños

y ya casi imperceptibles de su memoria.  

 

Solo encuentra  silencio y olvido,

olvido y silencio,

que intempestiva e implacablemente,

sin su consentimiento,

penetran, cada vez que quieren,

al sórdido lugar

que le sirve para esconderse del mundo.

 

Entran en su vida

abusiva e imprudentemente,

le rodean con brusquedad,

con sus acaparadores brazos,

le miran con su cara maltrecha,

devoran todo lo que queda

y burlonamente se alejan,

dejándole marchito, vacío, cansado,

al umbral de la agonía.

 

POR: ANA MARIA DELGADO P.