Miguel Ángel Miguélez

AL FINAL

 

 

 

 

 

Al final

 

 

*

 

 

Siempre tuvo sus momentos

al principio y al final

de todos mis sentimientos,

pero no sé cuándo es cuál...

 

El tiempo, ese fiel traidor,

lo detuvo en un instante

donde poniente, a levante

se erguía, fiero de amor

 

como un sol intercostal

que, adentro, frío me ardía

a fuego de idolatría

en letras de pedernal.

 

De mis párpados arañas

entrelazaban la seda

por la que, ocultas sus mañas,

caía preso a la rueda

 

de la vida y de la muerte

donde encontré, como sabes,

-¡maldita sea mi suerte!-

puertas cerradas sin llaves.

 

Pero había algo peor:

la peste devoradora

en alas de un ruiseñor

cuyo pico, hora tras hora,

 

el sueño de la agonía

del placer bajo las venas

con su canto introducía,

como si de olas serenas

 

por la costa del olvido.

Allí nadan las preguntas,

las respuestas y las puntas

de los años, lo vivido

 

en la nada de detrás.

Allí las lágrimas son

notas blancas al compás

de la noche en la canción

 

eterna del universo

donde tal vez la materia

continúe su disperso

vagar por la periferia

 

hasta que la oscuridad

haga en la luz el vacío.

Entonces, y de verdad,

podré decir del rocío

 

lo que esconde cada gota,

de la brisa celestial

aquello que la gaviota,

en su vuelo de cristal,

 

calla mientras se le acerca,

como a todos, el celaje

en otro giro de tuerca;

el último en el herraje

 

de las aves que se van,

de los días del ayer,

cosidos y sin hilván,

que no se podrán tejer

 

de nuevo, sino en presente

al abrazo del recuerdo

de la miseria creciente

cerca del costado izquierdo,

 

donde la mar más aprieta;

donde solo a un ser humano

que ha sufrido por su mano

pueden llamarle poeta,

 

puesto que él nunca lo haría.

Bastante tiene con ver

la destrucción de su ser

al escribir poesía.

 

*

 

M. Á. M.