Se desprende de mis labios un te quiero
como un pétalo fugitivo del otoño,
con más miedo al cambio que al final.
Celos galopantes
del sueño que te arrastra,
que compone la melodía que respiras,
que me deja afuera.
Entre hípica y sádica,
suelo fantasearme
montada sobre tu cadera,
cabalgando un par de nombres,
despellejándote hasta la lengua.