Paulina Dix

Una noche más

Galopan mis pupilas al filo de tus ventanas, mientras los suspiros balde a balde llenan las cuencas de mis ojos grises acabados por el tiempo.

El aullido de los lobos transporta el frío del páramo a mis huesos inútiles y me roba mi único consuelo.

Quiero volver al sueño, quiero dormir hasta que me despierten los rayos de la aurora, quiero desear no haber soñado con una larga vida y no haber dejado para después lo que debí hacer de inmediato. 

El lóbulo izquierdo central palpita con cada gota de lamento que se derrama...

El consuelo no está en la capilla, el consuelo no está en caer de rodillas, el consuelo sería regresar en el tiempo y no bajar la cabeza ante aquellos que me humillaron y me oprimieron, el secreto  está en no dejar que me ofendan más. 

El pañuelo ya no sirve de nada y la almohada quiere renunciar, los ojos rojos de mis ancestros se pasean por todo el lugar reclamando cosas que perdí, busco los ojos de Dios y no los encuentro, la ceguera es mental. 

Quizá son las persianas de llanto las que no me dejan ver, quizá es el poco amor propio lo que no me permite levantarme, quizá no debo querer seguir durmiendo y así el sueño nuevamente llegará. 

El aguacero de preguntas se desploma contra el suelo: ¿Porque no soy el Dios y me dibujo tras una palmera? ¿Porque sigo esperando algo que a lo lejos se desvaneció hace más de 21 años? ¿Porque la espero a ella que decidió ir a buscar mejor futuro al final del calendario maya? 

Todo se revuelve y se incinera, se calcina bajo el hilo de plañidos que se escapan de mi pecho.

 

Paulina Dix