Hector Loaiza

Eres mía

Amor, mía eres desde que la fragancia del mundo arropo tus manos, cuando los túneles de tus luceros guiaron mis pasos hacía mi destino, cuando tu voz bajo del cielo y se estrello en mis campos. Sortilegados petalos, de uno en uno vistió tus uñas y yo desventurado cai en tu nombre de flor, y descanse en la turgencia tus pechos,

 

Tus manos eran suaves como nubes, tus labios eran de vino y yo como un borracho añoraba cada día beber de tus besos.

 

Eras como un rayo en la arena, tus cristales reverberaron los mares y en mi ojos se plasmaron tus dones de la naturaleza.

 

Y fuiste mía, tu país me regalo tus sonrisas, tus uñas, tus cabellos, tu voz tan fina y sosegadora: naciste para mi, tu y yo, nacimos el uno para el otro.