Carlos Rodríguez Gómez

¡GANAS!

¡GANAS!

 

¡Ganas tengo, mujer, de que conviertas

este erial desolado en sembradío, 

porque el caudal de nuevo llene el río

donde hoy sólo reposan piedras yertas! 

 

¡Las heridas aún siguen abiertas!

y la llegada del ardiente estío 

se ceba en un terreno que, baldío, 

¡mantiene las espaldas descubiertas!

 

¡Aplacarás su sed si, rebosante, 

vuelcas en él tu fresca lozanía!;

y así, el cauce reseco y añorante

 

podrá recuperar, siquiera un día, 

esa gloria pasada que, aun distante, 

¡vendrá a aliviarle de su agraz sequía!