Mael Lorens

Bebiendo tu Ambrosía

No, no quiero que me des ninguna ropa, quiero vestir a partir de hoy solamente el traje de mi Piel desnuda, no quiero que nadie me vista mi alma inquieta, déjala correr, déjala libre, déjala suelta.

 

A mi edad ya no puedo fingir, ya no puedo mentir todo lo que realmente siento lo tengo que decir,

 

Y te digo algo más, ya no

te puedo amar con el fuego de un volcán, puedo de sobra querer pero no me pidas que te ame con la Pasión de antaño, lo nuestro se ha convertido, ha cambiado, ahora todo es espiritual

 

Veras te lo explicaré, yo que como todos, he amado y he llegado hacer todo por amor, he llorado como un niño cuando este sé esfumó, ahora solo puedo pedir perdón o perdonarlo.

 

Pero a mis años solo me quedan los recuerdos mezclados, un mestizaje místico de lo que viví gozando y probando el máximo placer de lo que hace que la llama del fuego que se llama amor

nunca se apague.

 

Uno de los placeres que recuerdo más confortables es cuando descansaba mi cabeza en las colinas de tu pecho de leche, donde

siempre me quedaba sediento recordando como bebías el néctar que yo te regalaba y luego mirándome a los ojos te abrías de piernas regalándome tu flor como un secreto reservado, cuidado, reservado para quien amabas con toda locura para tu mayor deleite gozará

 

Con mis manos en tus caderas y mi boca bebiéndote, te movías como una loca poseída gritando y gimiendo cuando me inundabas

con tu ambrosía de tu propia cosecha de tus labios de coral cuando regaban mi garganta donde sentía que me tragaba tu alma

 

No hay ningún tesoro más apreciado como cuando dos cuerpos, dos almas, se entregan mutuamente saboreando la Petite Mort,

y cuanto más te mueres, más amas, y no es cosa rara, que sin ese frenesí de deseo constate, el amor muera o cambie por tan solo un querer, un cariño, donde la Pasión sé ha ido y te preguntas el porqué, pues para amar de verdad y mantener la llama de la Pasión encendida, hay que morir en la piel y gozar en la cárcel de tus brazos, como si fueran barrotes de hierro, cumpliendo cadena perpetua sin ninguna otra duda a semejante condena.

 

No, cariño mío, déjame ahora desnudo, necesito vivir en el pasado, pues ahora te quiero de diferente forma y no soy yo el que cambió las normas, fuiste tú quien de repente se durmió y la llama se apagó.

acabando con nuestras alegrías.

 

Mael Lorens

Reservado el derecho

de autor 11/07/2021