No le debo a la métrica nada
Ese ritmo con marcapasos al que llaman rima
Constituye el afán repelente de ser perfecto
No le debo al escribir más que el alma.
No le debo a la arruga un planchazo ni plástico
Que las nubes no han llovido pelucas rubias.
Le debo al papel la palabra que me ayude a desquerer
Como una bobina gigante que se deshilacha
Que se vuelve para atrás con su película de momentos
Que duermen en cajón de escenas cortadas.
Desquererme de esa peste de piojos de antaño que me enferma
Despegarme de la carne de esa mirada sucia
Como un autobiografía laminada en las pupilas lisiadas
Con fechas y fichas distribuidas en mamparas de tiempo
Al fétido encargo de existir desquiero un morir.
Que me aplaudan los sastres de la luna.
Que me rizen los acontecimientos de sus rayos y mi vida
En la melena interminable de pasajes fruncidos
Como frente de murciélago boquiabajo
Viendo el mundo con la cabeza cerca del suelo duro.
Que me desquiera de los harapos de nudo y lazo
de charol, mazapán y fresas en mejillas bordadas.
Y me acueste de pronto sin saber nada más de mí.