Nadia ALMAZÁN - OFICIAL

a pequeños

Una marcha forzada, a pasos pequeños

a empujones injustos

a llanto silencioso, y dolor inexpresivo.

Un taladro milimétrico que hace hoyo

en la parte del mueble donde nacimos.

 

Te serví, en un mezcal

para que atravesaras la garganta

que no dijo nada.

Y pasaras despacio

navegando en la saliva,

despertando un día ahogado

en todo aquello que quise decir

y no te dije.

 

Entendí que a la media noche

los ciegos podemos ver,

y aunque la música se disipó

entre tus manos

entre un juego de cartas,

en el último abrazo

entendí que los ojos no sirven para ver

sino para llorar.

 

El cielo nos dio café de gota en gota

y me vi obligada a despedirme.

Destruyo la partitura del soneto

de tu cuerpo, que respeto,

a sí mismo, entrego a tu otra mujer.

 

Asumo la tradición de que seas recuerdo.

Acepto que el temblor de las piernas

en el primer beso y en el coito número 206

no se igualan a la trepidación tras escuchar tu verdad.

 

No eras quien yo creía.

Y me despido aunque no quiera,

con un gesto amable;

respirando tu cordial manera de mentir.

 

Abro la puerta, despacito,

lentamente,

complaciéndome dolorosamente

de tu marcha.

No te des la vuelta,

que en mi jardín no guardo

raíces de excusas que impiden crecer mis flores.