Jesus Alejandro Reina

Gotas del tejado

Caen las últimas gotas del tejado,
pero la tormenta se asienta en esta oscuridad.
Así debe sentirse dejar ir a un ángel guardián:
frío,
negro,
desolado...

 

No puedo más que sentir el vértice de este rincón
sobre mi espalda arqueada y vencida.
El dolor brilla difuso como estrella lejana,
y la pena se manifiesta con fulgor en mis manos.
El zumbido del vacío humedece las paredes...
¿Así no debería de sentirse un adiós?

 

Apoyado sobre el vértice de este rincón,
apoyado sobre mis rodillas,
tan solo se extiende en el piso
la fisonomía del silencio.

 

Se desprende sobre el aire
ese olor a licor que deja en la boca
aquellos desaciertos que se taladran en las sienes.

 

Afuera, cae del tejado la última gota de tormenta,
pero aquí,
aquí dentro
se fragua el inicio de la era nefasta.
Pues, no hay metástasis maléfica
o bala mas cruel
que el recuerdo mordiente de la indecisión,
que vive como una declamación rota en la garganta.