Eduh Siqueiros

Nuestra incondicional entrega

Los lienzos de tersa suavidad en la yema de los dedos descienden en contacto con tu torso.
En el céfiro irrumpe una sutil sonoridad que musita silenciosos sollozos aniquilando a la desolación contenida en el interior de los rugientes cañones.
El color de la noche desciende hasta nuestro lecho y se enciende el brillo del candil con la claridad de la esperanza sustentada en la densidad del hircismo de nuestros cuerpos amantes.
Y emerge el arribo del arpegio celestial tras la excitación de las cuerdas del arpa candorosa de tu garganta recorrida por la textura de mis labios.
Y la noche gime, y los grillos en sus escondites se apasionan cantando con mayor intensidad para armonizar la escena misteriosa en el que nuestros cuerpos se evaporan.
Tu dorso se arquea hacia tras y buscas, mujer, con los ojos cerrados el infinito que se aproxima tras el alféizar feraz que va mojando el intermedio de las campiñas.
El fuego intenso en medio de nuestra cama incrementa la cálida vehemencia que ocupa el éter del lecho de nuestra incondicional entrega.
Danzamos en el ritmo inefable de nuestras pulsaciones, y en el momento culmen del estremecimiento nuestra esencia se expande abarcando la inmensidad del cosmos.