Para aclararme las ideas,
y no se vuelvan opacas.
Para que no den sustos desde sus cuevas,
ni se me pongan como vacas.
Para que guarden similitudes,
límites y rarezas, para que quepan
en sus cisternas, cítaras y ataúdes.
Para que no hablen de tanta zanja.
Que el hambre está en todos lados,
que las ciudades tienen pies y manos,
y los pueblos, sus jueces y sabios,
que cantan por poco saldo.
Para que no anden desorientadas,
como pájaros por la mediana,
para que no se les congele el pito
meando por la ventana.
Para regresar a sus tronos perdidos
dorados y apocalípticos, y que no les
tiemble el pulso, vienen a detenerme
mañana por la mañana.©