Alejandrina

Avellanos bajo las estrellas.

 

Que solos se han quedado

los avellanos bajo las estrellas…

Atizo unos leños desvelados

sintiendo como se estrellan

en los arrecifes de la noche.

Mientras la bombilla seba mis labios

y la tortilla se revuelca

llena de insomnio entre las brasas;

pienso en sus pendulares gemas,

tiritando, abrazadas al sereno de las sombras.

Es Diciembre…

un estampido de luciérnagas

va encendiendo sus faroles en la quebrada

y los copihues soplan sin cesar

los carbones de sus sedosas fraguas…

pero los avellanos siguen allí,

como lazarillos ciegos,

erguidos mirando hacia lo alto.

La noche aún sigue pintando,

de escarabajos los carboncillos de sus ojos

y alguna ánima en pena

talla un par de corazones

con la pluma de una estrella…

sobre la cruz de estos pacientes padres.

Un peuco grita en el peral del fondo

y en zapatitos de bailarina

una liebre, en silencio,

afanada ajusta sus motores.

Ahora entiendo por qué los avellanos

se han preñado aquí de rosas;

de leñosos y nocturnales ababoles de ciruelas.

Ahora entiendo…

por qué mis venas

se enhebran a sus gemas

como nenúfares aéreos,

cuando destetadas y en bandadas,

huyen las primeras sombras

detrás de mis ventanas.

 

Alejandrina.