Alberto Escobar

R.E.M

 

He escrito una historia
mientras dormía...
—Yo mismo—

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Los ojos se me entornaban
cuando trabajaba en un poema,
los párpados se iban desprendiendo
de sus cortinajes poco a poco
—tuve que dejar el vertiginoso
martilleo del teclado para besar
a Morfeo—, y recogí velas pulsando
la tecla de apagar —para que el pc 
se tome también su asueto—.
Cuando entré en la fase en que las pupilas
giran sobre sí mismas a una velocidad sideral
se me abrió la página sobre la que trabajaba
y continué escribiendo justo en el punto y coma
que interrumpí pocos minutos antes. 
Sí es verdad que la temática tomó un cariz
excesivamente surrealista para mi gusto, 
pero no pude evitarlo; mi voluntad en ese momento
brillaba terriblemente por su ausencia. 
Se trataba de un hombre bien posicionado 
que por los azares de la vida se vio envuelto 
en un levantamiento marineril en medio de un Pacífico
atormentado, el capitán no era santo de la devoción 
de la tripulación por sus prácticas esclavistas.
El caso es que tuvo que echarse al agua y quedar 
a la deriva durante tres eternos días que tardó en pisar 
tierra firme —el hambre que llevaba a cuestas era digno
de autoantropofagia.
Al cabo de media hora desperté, cuando la composición
estaba perfilada y publicada, y me levanté a hacerla realidad.
Posdata:
Pueden seguir si lo desean la historia porque la autoría
no es mía —no pasaría a quien recogiera el guante la minuta
correspondiente a los derechos de autor—.