Recordando que un día me amaste
y bordamos un cielo sin nubes;
navegando en el mar del insomnio,
tristeza me fluye.
Añorando las tardes de estío
que radiante en mis brazos te tuve;
al sentir del clavel sus efluvios,
siento tu perfume.
En los días de tórrido invierno
que nos traen las lluvias de octubre;
contemplando la tarde empapada,
añoro tu lumbre.
Al oír los trinares del mirlo
con su timbre tan tierno y tan dulce;
en el alma un suspiro me brota,
cubierto de luces.
Si mi pluma quedara sin tinta
y del alma mi verso no surge,
simplemente recuerdo tu nombre,
que es rayo que fulge.
¡Tu serás de mis cantos la musa
que de rimas mis noches inunde;
ya que fuiste las alas del verso,
que escala las cumbres!
Autor: Aníbal Rodríguez.