Anton C. Faya

S A L U D ! . . .

 

¡ 𝗦 𝗔 𝗟 𝗨 𝗗 !... 


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Y es que te veo agonizante. ¿Qué es quien te enfermó? ¿Seré yo quien te empujó a este morir?


¿Sabes? Me sentía a gusto en tus vacilaciones, en esas formas de expulsarme de tus formas, en esa comodidad de pensarme diferente, indiferente. Desde que recuerdo, me revelaba de vos ¿O era que vos te revelabas de mí? Hasta estaba cómodo en tu candor caótico, tu pudor desprejuiciado, tú a veces nada. Y ahora agonizante comprendo que no supe aprender  verte morir sin yo  morir,  ajada sin luto, relajando con placebo las almas.

¿Sabes? No lo sabes, me quede sin ojos para mirarte comprendida. Es que muriendo matas, escupes pus por tus parpados y no aflojas, te crees santa. ¿Cómo quieres que te vea si vos no ves? Tu desamor es trágico, entonas tu Himno con batucadas y exiges formalidad en la tertulia, histeria endémica de frustrar, de desenfundar las balas de la discordia, livianita de conciencia nomas.

Los capítulos de tu gloria lo escribieron en  agua y se seco el charco o lo secaron. Sacaste destino a crédito. No supiste de rumbo  y no recordás  acreedor. ¿Pagaré yo tus cuentas cuando no estés? ¿Y si yo no estoy? ¿Lo pagaran mis hijos?

Te compre azucenas para despedirte, es que el cansancio cansa, hice todo para que este exilio de nuca no pasara.

Y no me tomes tan en serio si, cesando la injusticia, entre lágrimas entono por ti: “Sean eternos los laureles que supimos conseguir… Al gran Pueblo Argentino Salud…” 

Anton.