Nicolás Aponte

Te imaginé, te sentí.

Te vi en las sombras, 

luego me hacías compañía 

en cada una de las poesías 

que escribía mientras imaginaba

a la mujer perfecta 

que habitaba en mi cabeza. 

 

Un simple abrazo me hizo reconocer 

que tenía todo con tener tus brazos 

y mis poesías tenían una musa 

que los hacía perfectos, a cada trazo 

que se marca en tu piel.