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Una vuelta al sol.
Doce meses.
Doce capullos como palomas dormidas
y un sueño de amor eterno.
Aquel timbre que sonó,
un nombre escrito
(uno que nunca se sabrá)
y un recuerdo acariciando tu rostro.
El color azul del día señalado
en el otoño geminiano.
La llama tripartita de dos corazones
que se disipan en la noche mientras
tapiza su rocío de estrellas.
Hace un año retornó
la pálida lumbre de las velas,
la fragancia del incienso pasional,
el arte de la caligráfica inglesa
en el inicio de una frase.
Doce rosas azules que estarán
en mil canciones que escuches,
en el arpegio de un piano,
en tus noches solitarias,
en la lluvia gris del recuerdo
cuando te moje…
Rosas que renacerán desde
la espuma del mar
cuando camines por alguna orilla lejana.
Que volverán a amarte
como nadie jamás te amó ni lo hará,
con esa forma en que solo el color azul
puede querer.