Analogía ajena

El deseo

Te deseo tanto, te deseo en mi costado, justo en las ranuras de mis costillas donde has de poner tus manos y yo mis ojos sobre los tuyos.


Deseo tus brazos rodeándome agasajando mis sentimientos, tus labios sellando los míos y tus caderas como un péndulo contra mí.

Has de palpar cada pequeño espacio rellenando, irrefutable, los huecos que ni siquiera yo pensaba que existían; esos que cualquier ser humano busca acomodar, cualquiera que ha sufrido del síndrome “corazón roto”.

Te deseo tanto en ese lugar caliente que ahora tengo en el pecho, que se incendia aún más cada vez que te quiero, cada que te alejo de tus demonios y al mismo tiempo de los míos, o es lo que deseo creer, ese lugar que ambos tenemos en común.

Donde mi bienestar termina, donde el tuyo empieza, ahí mismo en donde nuestros defectos son la perfección que nos moviliza, que me unen a ti y me invitan a ser humano, a desearte bien.