Raiza N. Jiménez E.

Anochece el día.-

Hoy,  quiero andar oculta y me pregunto: ¿Podré?

Creo que alguna vez anduve oculta sin saberlo.

Nadie me vio, nadie vio algo  y, no puedo creerlo.

A veces transito sin saber cómo lo hago ¿Lo sabré?

 

Unos ecos lejanos me traen a la conciencia del Soy.

Y algunas noches desvelada, no sé ni dónde estoy.

 

Escucho una voz oculta en mi cuerpo que murmura.

En  la soledad de mi alma siento un murmullo silente.

Nadie se atreve a perturbar mi manifiesta cordura.

El silencio no existe, grita alguien que no miente.

 

La noche se confunde con quietud y siempre es así.

Nunca, la noche oscura, es noche de luz; yo no lo vi.

 

Las horas pasan y un tic tac nos anuncia la ida del día.

Con o sin campanas, todo oscurece y  el Sol se aleja.

Se acercan los espectros de la noche, no es idea mía.

Llegan la luna y las estrellas y, el misterio se despeja.

 

El día pierde vigor y sus voces hablan de ausencias.

Restos de habla y de gritos se llevan las querencias.

 

Anochece y los fantasmas no encuentran el camino;

ellos se pierden en la vorágine de las horas tenebrosas.

El temor oculta la alegría y ataca con furia al ser felino.

No se escapa de la esencia divina y las vetas culposas.

 

¿Cómo escapar de la vida misma y burlar el encuentro?

Es absurdo, ya que es el alma y todo está muy adentro.