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A MI VIEJA QUE PARTIÓ

Cuando una madre ha entregado todo, deja su mejor legado,

ese amor es insuperable, su eterno recuerdo es el consuelo,

en el instante de entrar a aquel hogar crees no haber llegado,

semejas un extraterrestre, deseas esconderte en el subsuelo.

 

Cada uno de sus hijos es una semilla germinando en el planeta,

en sus inicios degustaron su savia, ahora son árboles frondosos,

se puede recordar en Finlandia, Estocolmo, Noruega o Sabaneta,

aquellos momentos compartidos guardaremos muy cuidadosos.

 

Incontables melodías conmemoran a diario tu celeste presencia,

el corazón se enjuta y reduce su volumen a la expresión mínima,

sucede que al despertar de ese lúgubre letargo brilla tu ausencia,

el envenenado aire penetra en los pulmones y mi ser contamina.

 

Tu pesado viaje sin retorno encuentro que es imposible superar,

anhelo que algún día en ese paraíso celestial te pueda encontrar,

únicamente aquel soñado y maravilloso encuentro puedo esperar,

mientras tanto quisiera saber hasta dónde mi alma puede penetrar.

 

 

Jaime Muñoz, mayo 2 de 2021