Rafael Escobar

\"SOMBRAS CREPUSCULARES\"

 

 

Las sombras crepusculares

van abriendo los caminos

por donde marchan los sueños

que fueron nuestros delirios,

aquellos que cuando mozos

con ilusión los vivimos

acariciando los días

con las gotas de rocío

que se quedan en el alma

y al corazón adheridos

y caminan silenciosos

entonando dulces trinos

evocando regias horas

bordadas con el armiño

de fulgentes esperanzas

que con gran amor tejimos

adornadas con los soles

del ensueño vespertino

cuando la vida tenía

de primavera su brillo.

 

Pero al correr de los años

el roble esbelto y florido

por la inclemencia de otoños

se va llenando de nidos

y su figura gallarda

con esplendor tan genuino

va perdiendo el esplendor

por Natura concedido

y la savia que corría

como corriente de río

poco a poco va menguando

su fluido sereno y rítmico

que llenaba sus xilemas

con su regio don pristino

haciéndolo florecer

con colores opalinos

que a sus ramas deshojadas

le servían de vestido

adornando lindos prados

de encanto y primor bruñidos.

 

¡Y la efímera existencia

con los hombres es lo mismo

ofreciéndoles encantos

del gran guerrero vikingo

o bien poético aspecto

del gentil y noble zíngaro,

para que libre batallas

con vigores encendidos

o le cante a las doncellas

canto dulce y cristalino

que perfuman los amores

en esos años divinos

cuando vibra en nuestras venas

 esos mágicos idilios

que ensanchan el corazón

y el alma llenan de ritmo

haciéndola palpitar

como palpita el jacinto

cuando lo besan los vientos

que provienen del Elisio!

 

Mas aunque llegue el otoño

y de gris vistan los lirios

jamás debemos perder

ni la gracia ni el estilo

y disfrutar los momentos

que nos ofrezca el destino

siempre con una sonrisa

llena de luz y de brío

celebrando de la vida

con románticos suspiros

el magnánimo placer

de saber que estamos vivos

y que nacen ilusiones

entre las chispas de cirios

que invitan siempre a vivir

sin llorar y sin rendirnos

cargando siempre el farol

del corazón aguerrido

haciendo de nuestro mundo

idílico paraíso.

 

Autor Aníbal Rodríguez