Eduh Siqueiros

La contigüidad de nuestros cuerpos incandescentes

En el regocijo de la playa construimos con sueños de arena nuestra unificación, una vida entera cobra sentido en la contigüidad de nuestros cuerpos incandescentes, nuestras pieles entretejidas son la fehaciente garantía del lecho cálido donde cohabitamos; nos bastamos, sólo tú y yo, nadie más, para conducirnos por la perennidad.

En el sabor de tus labios, en el aliento de mi boca, compartimos los nutrimentos para mantener nuestra vitalidad y tan sólo nos desgastamos concediéndonos pasión mutuamente sin mesura para luego reconstruirnos.

En el espasmo de nuestros sentidos adquirimos las energías para vivir noches enteras envueltos por las traspiraciones del ambiente que nos acoge cuando nuestras almas se vuelven una sola.

En la hermosura de tu cuerpo se personifica la fuente de la vida y por eso te como a mordidas, y en el mismo acto entrego mi hálito vital, te concedo el elixir de la sustancialidad de mi existencia.

Porque somos vida y muerte, porque somos materia e incorporeidad, porque somos brevedad y somos inmortalidad.