Xabier Abando

Aquel modo de trinar de los vencejos

 

Aquel modo de trinar de los vencejos,
pese al tiempo transcurrido y la distancia,
gratamente evoca en mí recuerdos viejos 
de las tardes de verano de mi infancia

transcurridas en un pueblo de Castilla, 
donde tanto disfruté de la amistad,
de salir con los amigos en cuadrilla,
con recién inaugurada libertad,

que en volver a casa tarde consistía,
hasta incluso amaneciendo, en esa edad
en que ya de amor el corazón latía,
a caballo entre niñez y pubertad,

con la mente navegando a la deriva,
escarceos alejados de la infancia,
ansias jóvenes de amar, con llama viva,
a quien solo deseabas a distancia.

Con emoción yo recuerdo que al volver 
de retirada, en las noches de pendejos,
con el sol naciente del amanecer, 
el camino amenizaban los vencejos,

con sus trinos desde el cielo castellano,
escenario siempre azul, de techo inmenso,
junto al nuevo eterno amor de ese verano,
apretando su mano y soñando un beso.

Adiós a la magia al final del verano, 
preciso era volver al mundo habitual,
también los vencejos, igual que el humano,
dejaban el pueblo, por quién sabe cuál.

Los magníficos veranos de mi infancia
los recuerdo muy bien, aun si quedan lejos,
por el tiempo transcurrido y la distancia,
y resuena en mí el trinar de los vencejos.

© Xabier Abando, 04/05/2021

Dedicado a Ana, q.e.p.d., sin cuyos recuerdos este poema nunca habría sido posible.