Heliconidas

Gonzalo

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Planetas, galaxias, milenios,
fuego de estrellas crepitando
en el silencio de tu mirada.
¡Que largo ha sido tu viaje!
Ya en el tramo final del camino errante,
en el trajín de tantas vidas,
has descendido a cumplir tu misión postrera:
Enseñar a trasmitir amor incondicional.
Algo podrás recibir
de lo tanto que has dado.
Ya no surcas los falsos caminos:
Los decires, la sociedad, el cuerpo.
Tu anhelo de soledad
es maestría en la tierra.
Fui discípulo de tu inocencia,
quise oír lo que oyes,
ver lo que ves,
pensar lo que piensas,
sentir lo que sientes...
Pero fracasé, no fue suficiente.
Quise subirme a tu balsa de náufrago
porque me ayudaste a entender
que los náufragos somos nosotros:
Raros, anómalos, redundantes,
merodeadores autistas
de la reiteración interminable.
Siempre cayendo en las mismas
redes del tiempo circular.
Tu estás fuera del tiempo.
Nosotros somos los que lloramos
cuando hay que reír
y reímos cuando hay que llorar.
Nosotros somos los analfabetos.
Tu luz penetra la oscuridad que se cree luz.
Tu eres el Maestro y nosotros los alumnos.
Tu alma está impregnada en cada esencia de la vida.