Eduh Siqueiros

La estación sublime de la pasión

Tu mirada candente, tu mirada dulce: me seduce, cautiva, atrae, encanta, embelesa…, tu mirada recorre cada rincón de mi cuerpo.
Es el dulzor de tus ojos como el canto de las aves cuando el horizonte se sonroja. Con tu visión me besas bajo el cuello y se me eriza el fogón erógeno de mi integridad.
Tu piel clara me revela -aproximándose a mi vientre con expresiones misteriosas- secretos sobre tus estremecimientos de cuando la luna emerge desde su lecho nocturnal y me deseas.
Se extiende tu luminosidad presente y se reduce mi oscuridad desvanecida. Me enciendes.
Eres la nebulosa diáfana que me envuelve desde el momento que todo mi ser se apasionó por tus labios, eres la boca más exquisita por la cual toco el cielo. Por eso no tienes más lugar fuera de mí, me perteneces, y yo soy sólo de ti, solamente tuyo.
Nuestros cuerpos desnudos son la estación sublime de la pasión desbordante, en el que podemos morirnos mil quinientas veces en nuestra entrega por la noche y renacer juntos desde nuestra esencia al amanecer.