Alberto Diago

MI ABUELA CARMEN JULIA

Mi abuela entregó su vida

día tras día,

jamás se quejaba,

nunca maldecía.

Ella daba más

de lo que tenía,

en amar y servir

se le fue la vida.

Cuidando al abuelo,

a sus hijos y nietos,

de sol a sol

ella todo lo hacía;

lavando la ropa,

preparando comida,

no existían aparatos

como los hay hoy en día;

en fogones de leña,

micro-ondas no había,

mas siempre calientita

la comida servía.

Y le quedaba aún tiempo

para sembrar hortalizas,

aplanchar la ropa,

almidonar las camisas,

criaba gallinas,

engordaba los cerdos,

cuidaba palomas,

alimentaba dos perros...

Y jamás una queja,

jamás maldecía,

y al final de cada día...

solo bendecía.

Sus manitas de mil trabajos,

yo de seda las sentía,

y una caricia suya,

¡en mi corazón... algarabía!

 

En su último día...

me abrazó muy fuerte,

me encomendó a Dios

y me besó en la frente.

Y en su final instante, 

cuando agonizaba,

por única vez le escuché

decir... ¡que estaba cansada!

 

xE.C.