E. G. Cortez

Ficciones

Ahora que me escuchas,

que de pronto me da por escribir,

te siento acercarte, ma non troppo,

y vas, por ahora, desde mis manos

adormilada en tu ausencia dónde estás

¿Qué sueño te lleva de ti hacia mí?

 

Si acaso pudieras estremecerte,

mostrarme la alegría de tu sueño

como un cuerpo ab aeterno

en la larga espera de la vida;

sostenerte y permanecer en silencio,

que es otra forma de existir,

alcanzarme tu voz y corregirme

si acaso me diera por decirte

\"he recordado tantas veces

cuanto te sostuve en mis brazos

tanto por cuanto suspiré inconsolable

las veces que no te encontré a mi lado\"

 

Pero ahora descansas dulcemente

tu cabeza un poco inclinada hacia mí,

tus manos y su soltura femenina

tus ojos en su estado natural...

No pueden saber; todo este microuniverso,

es decir, tu cuerpo, no puede saber

que ahora tengo que escribirte aquí,

reescribirte sin posible cambio

para engañarme sin animarme

por pensarte justamente aquí.

 

La realidad prosigue al lenguaje

y estas aquí, ¡puedo escribirlo!

¿O es el lenguaje, larva canosa,

solo un ensayo simbólico

glorificado en toda su inutilidad?

¡Estás aquí puedo escribirlo!

Puedo consolarme inocentemente,

decirme sin ánimos de herirme

que un brazo tuyo se escapa hacia mí,

que tu cuerpo buscó el calor del mío

vacilante, como si te faltara yo en tu sueño.

Puedo escribirte lentamente, astutamente

como parte de mi escena nocturnal

conmover cada palabra de la cadena,

someter mi memoria de ti en esa forma.

Y sin embargo eres tú; poesía 

sin brazos y si cuerpo que escribir

esencia imposible de encerrar

¿Cómo conjurar tu presencia

con un simple sonido

con estos signos inconclusos,

si ninguna palabra logra

contenerte o sostenerte sobre lo escrito?

 

\"Me canso, voy a revelarme\" me digo

\"Voy a inventar…\"

Pero estas manos no conocen

mejor tierra que la tinta y el papel,

pareciera que más allá de toda puerta

que el lenguaje sabe dibujar y abrir

está tu voz encerrada siempre contra mi.

 

Pero estas aquí, no necesito escribirlo

ni acceder cómodamente 

a ese engaño desdibujado,

ni intentar conservarte más allá de ti

aunque al día siempre postrero

no llegue a saber, cuando remonte,

la noche de hoy en la memoria...

Y pensar que, y olvidar que...

justo ahora, quise extender una mano

acariciar suavemente, espiritualmente

tus ojos abiertos bajo tus párpados

y terminé, en cambio, estorbando

con la misma mano en desaliento

la indiferente soledad de una página

donde tampoco estas.

 

Amén.