Julián Riveira Dosártes

«Hija del trópico» de «Hijo del trópico»

Fátima, mi mulata, es la inefable seductora 
de valles, cascadas, lagos, 
volcanes y caminos...

¡Ay, ella todo lo que toca lo encanta 

y, encanta también, con su verano 

cuerpo y timbre peregrino!

 

De repente, sin rodeos 

y sin prejuicios, 

sus triunfantes labios 

tatúan los míos…

«Ahora, declararás papi: ¿Quién es la exigente?

¿Quién es tu conquistadora?», me interroga.

«¡Ay, vos Fati! ¡Solo vos mamacita!», le replico.

 

¡Ah, sus gruesos labios rosados se vierten

a los míos en son de vendaval 

y, pronto, mi dorada verga 

su jugoso vientre clava!

 

¡Ah, cómo brincan sus exquisitos senos 

y culo en nuestra unión mezquina!

«¡Ay, mamacita qué rica! ¡Fátima! 

¡Fátima! ¡Sos toda una encantadora

tropical, ajá, con mi medicina!»

 

«¡Ay, sos una culebra elegante 

y una ardiente pantera!

Oh, tu gran melena negra, 

tu jugosa voz, tierno olor 

y piel de chocolate… 

¡cómo me sosiegan!

¡Ay, Fati, cómo me enmielan!

¡Oh, tus anchas piernas y suaves labios!

¡Oh, tu lengua madreselva 

experta pura y sanguínea!

¡Oh, tus alegres glúteos y dorados 

senos cómo rebotan y palpitan!

¡Oh, mi morena, qué alegría!

¡Ay, parecen tambores! 

¡Qué ricos son!

¡Toda ella está encendida!

 

Así, así, así… 

¡Ay, Fátima, qué rica sos!

Pegaditos, calentitos, 

mojaditos... 

 

Ay, así, así, así...

¡quedémonos 

y nunca 

terminemos, 

mi amor!»