FrancoBouzas

ANSIEDAD

Bajo la cuenca del ojo izquierdo palpita un corazón nervioso. Late rápido bajo el párpado, tratando de escapar de la avalancha de palabras que suben desde el tórax y se atoran en la tráquea.

 

 A través de esta persiana de cristal, la verdad exigua se deleita con la espera de verme llegar hasta su morada. Se me revela desnuda y terrorífica en un abismo luminoso que ciega a quien se asoma; aturde a quien la ve de frente; quema sus pestañas, y cae de las escaleras hacia la nada (desde el balcón hasta el suelo), donde quedan grabadas las marcas del encuentro.

 

 Burbujean en el paladar, pero no logran salir... y el corazón agachado, teme, golpea las ventanas psíquicas del alma dando una señal al cuerpo que no reacciona y se mueve por inercia.

 

 Las palabras se acercan; las ideas de acumulan; el corazón palpita en el ojo izquierdo que desea ser arrancado para alcanzar la sabiduría. Quiere gritar, pero tiene miedo.

 

 Un brote de adrenalina hace que se mueva más rápido, que piense menos, que produzca, que se distraiga de la sensación de tener atorado en la garganta trescientas treita y cuatro letras.

 

 ¡Gritá! ¡Gritá! ¡Por favor, hacelo! - La bomba de tiempo no se detiene y sigue con el Tic-Tac, Tic-Tac debajo del orificio. Ya no queda mucho tiempo. Si no es por la cuenca del ojo desmembrado, por algún lugar va a salir todo ese desastre.

 

 Huyan. Huyan como el corazón. Huyan antes de que se hagan las cuatro y los alcance la desgracia. Porque cuando las fauces de la bestia se abran para que el vómito verbal se derrame en el cemento, van a ser ustedes los que golpeen las puertas de salida.