Silvestre Lihn

I

 

Las ruedas andantes son mi único recuerdo

Muchachas floreadas daban pasos en falso

De pronto conocíamos todos los rituales

El rocío de los roqueríos me llamaba

 

Las olas se volcaron nuestro único lenguaje

 

El viento educaba a los niños

A la par, el fuego se hizo espacio entre el silencio

El soplido de los nuevos aires se teñía en agua de mar

Que susurraba en tu oído

 

Pensé en el tabaco y en los cristales

Los niños jugaban con el ardor del verano

Las niñas fumaban en el alféizar

 

Y el tiempo sería, a la larga, nuestro único alfabeto y consuelo.