Julián Riveira Dosártes

«¡Te quiero, no me olvidés!» de «Labios de ángel»

 

Al moverse tintineaban las cadenas

que ceñían sus muñecas contra la pared.

 

Como estaba vendada  solo escuchaba caer 

la lluvia levemente a través de la ventana. 

 

Pasó así por más de dos horas. La venda

de terciopelo rojo la liberaba de sí misma. 

 

De su propia mirada… Abierta, 

obediente, rendida y callada. 

 

Con gargantilla y pulseras 

de cuero en las muñecas. 

 

Así era ahora su condición. Un escalofrío la despertó 

de su ensoñación cuando olió, por fin, la tierra mojada. 

 

«¡Te quiero, no me olvidés!» le dijo su amante antes 

de cerrar la puerta a su mundo, su diminuta estancia…