Kenjiro_San

Con mi corazón hablé de ti

¡Oh corazón mío, te has quedado moribundo!

Ya no distingues nada, pues te quedaste sin colores.

Estás tan entristecido y muchas vueltas da tu mundo,

Ahora solo sabes de angustias, penas y dolores.

 

¿Qué te trae así? Te pregunto con hesitación.

Acongojado me respondes que es porque ella se ha marchado.

Entonces yo te respondo, con recia afirmación:

“No te culpes a ti mismo, solo estás enamorado”.

 

Es que como podrías olvidar a esa mujer tan bella.

Que te encendió y que te hizo latir fervientemente.

¿Cómo olvidar una mujer la cual no hay nadie como ella?

Una mujer que vive en ti y que no sale de tu mente.

 

De ahí no puedes sacarla, ya está impregnada en tu interior.

Ella es como vil droga que te causa gran adicción.

No saber de ella es tu agobio, que no te hable es tu temor.

Ya no la puedes soltar, pues quererla es tu vocación.

 

Aunque ya no esté contigo, tú la amas con valor.

Esa mujer es tu consuelo, tu paz y tranquilidad.

Todos los días que te quedan, vas a orar por su amor.

Y sin ningún detenimiento rezarás por su felicidad.

 

La quieres a tu lado, jamás lo podrás negar.

Sabes que ya no se puede y te causa remordimiento.

¿Por qué tenía que ser así? ¿Por qué se tuvo que marchar?

Es todo lo que te preguntas, sucumbido en tu lamento.

 

Esas preguntas te carcomen y no te dejan dormir.

Porque esa estrella tan brillante de tu lado se marchó.

Con cada latido que das, sientes que vas a morir.

Desde su insuperable partida, tu sonrisa se manchó.

 

Ya no sientes su calor gracias a su maldita partida.

Aun así, dentro de ti, sabes que te estás quemando.

Sientes que nada tiene sentido, que está mal todo en la vida.

Sin cesar piensas en ella, todo tu ser la está aclamando.

 

Necesitas todo su amor, necesitas todo su cariño.

Ella está con alguien más, ya no lo puedes obtener.

La has llorado muchas noches, como por dulces llora un niño.

Te carcome todo el día saber que eso no podrá ser.

 

Pero no pierdas la esperanza de que algún día vuelva ella.

Que arda de nuevo tu fuego y nadie lo pueda apagar.

Porque ella es resplandeciente lucero, de tu cielo la única estrella.

Y por los siglos de los siglos, para ti siempre va a brillar.