Hay momentos especiales en la soledad que ayudan abrir los ojos del corazón,
Un palpitar de mi interior grita desconsoladamente; anhelando la alegría que se ha marchado al ocultarse el sol.
Mi tristeza debilita el coraje de lucha, me desvanezco como la arena que se esparce con el viento.
El aire acaricia mi piel y me recuerda que existe un Creador supremo que me acompaña aun cuando estoy dormido.
Alzo mis ojos al cielo y recuerdo tus promesas… Tú dijiste que me acompañarías hasta el fin del mundo y esperaste pacientemente este momento. Hoy me consuelas como un padre a su hijo(a) y me enseñas que tu amor no tiene límites.
En la soledad aprendo a conocerte y en la oscuridad, tu luz se revela en felicidad.
Mis cuerdas vocales te agradecen cantando y el viento con su silbido marca las letras en el firmamento.
Aunque mi padre y mi madre me abandonen, el SEÑOR me recibirá en sus brazos.
(Salmo 27:10)