Tayasal

maldita

Tu extrañez me es inasible,
Un totem con escritura incomprensible,
tempestades sin dioses soberanos,
Eventos de absoluta alteridad,
Arena infinita que inunda mi paladar,
Una cerveza sin fondo
En el que se diluye tu palpitar.
Una sonrisa tierna de pecho cielo
Con aire que cantaba vitalidad.

Pero que sueños de catacumbas pueriles,
Que agobio de laberintos alternos,
Que futiles los rezos con rosarios de sal,
Que asco los puños ensalivados rozando tu dorsal.

Y el sabor patético del viento en mi cara
Sobando con consuelo mi frente baja,
Rasco la arena con uñas cortadas
Escarbando por encontrar tus cenizas.
La cólera de árbol amputado hecha
Raíces en mi páramo de soledad.
En las campiñas lejanas resuena el eco
De una voz perdida
De un beso inocente
De una botella vacía
Y el derrumbe de mi ilusión.

Nado crol en una piscina vacía
Somatando el paso al ritmo de mi vida
Sediento por el agua vital
De un amor carente de esta bilis.

Te escribo hoy como si te viera la cara
Convencido de la injusticia de tus promesas y palabras.
Si, me veo en el reflejo de mis vergüenzas heredadas,
pero reconozco el camino de mi pena,
conozco a fondo las piedras en mis zapatos
y la belleza de mi canto desafinado.
No hay lugar más en mí para guardar
con cariño tu piel, tus glúteos
y la risa ahora marchita de tu ser.
Regresa a tu vida absorbida en espejos,
gózate con tus narcisos,
hartate un río de esperma, maldita.