Alberto Diago

EN UN ATAÚD DE VIDRIO

En un ataúd de vidrio

llevan un cuerpo sagrado,

el de mi mejor amigo:

¡Es Cristo crucificado!

Sus heridas están recientes,

tanto que... ¡casi sangran!,

y percibo un santo olor

cuando sus despojos pasan.

 

Al lado del cuerpo pálido

y rumbo a la sepultura,

están las evidencias

de su terrible tortura:

Los clavos que, con violencia,

su cuerpo a la cruz... ataron;

los látigos que, con sevicia,

sus carnes maltrataron;

la corona infame

de incontables espinas,

cada vez que le hiero,

sus púas... germinan.

También está la lanza

que abriera su costado,

y que terminó el suplicio

de Cristo crucificado.

 

¡En un ataúd de vidrio

va Mi Señor Amado!

¡Murió para darme vida,

Mi Cristo crucificado!

 

xE.C.