Laideliz Herrera Laza

Soliloquio para un desvarío

Felicidades a todos los poetas en este día internacional de la poesía, nuestro oxígeno.

El sol atormenta mi piel
que se ha bronceado al punto de no reconocerme.
La sed me recuerda otra sed, pero desecho la idea.
Lógico es pasear mientras escribo estas líneas.

Me deleito con la brisa que imagino
en una playa donde existen especies
en sus profundidades,
en las arenas,
en el pavimento de las calles colindantes.

El sonido de una serpiente me alerta.
Es cascabel.
Pudiera acecharme.
Hago caso omiso. Me salvo.

Mis pies se hunden en la arena,
luego en las aguas del tibio océano.
Floto dentro de la corriente,
las olas se han vuelto páginas,
las garabateo para hacerme entender.

Se intercambian mi cuerpo.
Me dejan caer.
Sostienen una por una mis manías.
Mi instinto se niega a comprender.
Es más plácido así.

Soy diversa y estúpida.
Las letras se deslizan y las veo indiferente.
Me siento querida por ellas.
Vuelven a ser sustancias.

Por primera vez se muestran como son en realidad.
Grises, verdes, rojizas, tornasol.
Unas claras. Otras oscuras.
Atan y desatan hilillos delgadísimos
que también flotan en una sustancia mayor.
Esta no es identificable.
No materia, no nombrada.
Ignorante hombre que aún no sabe identificar.
Si pudiera demostrarlo le pondría mi nombre al revés.
Este también aparece entre las sustancias.
Palabras.
Mis palabras.

Escucho el sonido agradable de un violín.
Flirtea con mi nombre y los sonidos
de las letras colgadas en el vacío.
Los colores se avivan, iluminan el mar.

Todo se vuelve una fiesta.
La cascabel se deja ver en la orilla.
Entra al agua.
Se enreda en mi cuerpo.
Con su lengua me acaricia.
Ya no temo.

Ambas miramos los destellos de mis letras.
Se identifica, es protagonista.
Las sustancias se funden. Interactúan.
Nos invitan a unirnos al baile.
Prefiero ser espectador.

La cascabel no escucha mis motivos.
Se deja agarrar.
La mitad de su cuerpo cuelga de una letra O.
Su sonido se mezcla con el del violín
y el canto de los colores.

Es feliz.
Yo soy feliz desde mi visualidad.
Todos somos felices
aunque no lo sabemos.

Si las sustancias, el violín, los colores y las letras
se unieran a menudo lo sabríamos.
Entonces el mundo no sería
una alfombra de escamas punzantes.